10/28/2009

El Caballito Criollo



Hace más de veinte años, cuando la ruta era un sueño que se discutía en la sobremesa, El Caballito Criollo, que unía Lincoln y 9 de Julio por arenosos caminos de tierra, era el transporte público que nos conectaba con las localidades vecinas.
Si venía alguien de Buenos Aires, le decíamos: "cuando llegás a 9 de Julio tenés que tomar El Caballito Criollo." Los viajeros muchas veces se quedaban mudos, sin entender. Una vez un visitante nos dijo que cuando escuchó eso del caballito pensó que era una diligencia. Casi, le dijimos.
En los pueblos como el nuestro las palabras pueden cambiar de significado, como bien recordará aquella maestra jardinera que vino a hacer una suplencia al jardín y cuando les preguntó a los chicos si sabían qué eran los marcianos, los chicos le dijeron que sí, que a Quiroga traían fruta. Ella quedó maravillada con la imaginación de los chicos hasta que le explicaron que la palabra Marciano en Quiroga tenía otro significado. Bueno, a nosotros la palabra caballito nos sugiere un colectivo.
El Caballito era, en aquel momento, un colectivo viejo que despertaba al pueblo con el traqueteo cuando llegaba desde Lincoln a las 6 de la mañana. Terminaba ese recorrido en 9 de Julio cerca de las 8 y hacía el camino de regreso a la tarde.
En algunas inundaciones siguió porfiadamente un recorrido alternativo cortando campos, que requería bajarse a abrir las tranqueras, mientras desde las casas nos saludaban levantando el mate como en un brindis.
Nos tocaba viajar, a veces, con algunos pequeños ejemplares avícolas. También transportaba, por ejemplo, coronas para los velorios, que hacían que los pasajeros se sintieran un poco raros durante el viaje. A la tardecita nos traía los diarios de la mañana.
Enfrentaba los inviernos con un calentador Bran Metal a kerosene que de algún modo se mantenía en pie en el medio del pasillo, cerca del conductor, aún cuando los pasajeros a duras penas se mantenían sobre los asientos cuando el camino estaba muy golpeado.
En una época me tocó viajar todos los lunes a la mañana hacia 9 de Julio, así que en pleno invierno pude ver los más hermosos amaneceres.
Y me imagino cómo sería aquel momento para algún observador ajeno: el sol tiñendo el cielo con esos colores increíbles, mientras nuestra pampa se iluminaba en calma, y en ese silencio absoluto en el que lo único que se movía era el sol, de repente aparecía rugiendo El Caballito Criollo, echando humo y tierra, con los pasajeros dormitando mientras vigilaban de reojo el Bran Metal, los pollitos piaban y la radio tronaba con Larrea a todo volumen: "en la mañana fresca y temprana como una rosa / un duendecito frágil chiquito sale a pasear ..."

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy bueno! Quién no viajo en el Caballito Criollo no está completo. Es como que le falto algo.
Este artículo viene a redimir mi intento fallido de hace unos años cuando intenté llevar adelante un concurso justamente sobre el "caballito" cuando aún hacía su recorrido con su conductor estrella: ¡¡¡Carlitos Lacabe!!!
Bueno, que como estaba sobre fin de clases, los chicos ya no tenían ganas de escribir. Mala elección de la fecha por mi parte.
Se cae de maduro que esto va de cabeza a La Ventana para que otros lo disfruten y por allí se animan a agregar algo más.
Abrazo. Carlos Graziolo

Damián dijo...

¡Qué buenos recuerdos! Sabés que por muchos rincones de Sudamérica aún quedan dando vuelta muchos "Caballitos Criollos" más. Y también otros que ni le atan los tobillos al GLORIOSO Caballito.
Lo que me gustaría agregar es que a veces uno llegaba de tierras lejanas como, por ejemplo, Buenos Aires y al llegar el momento de tomar el Caballito, no era posible continuar el viaje porque el camino no lo permitía.
Cuando leí esto me acordé de un viaje que compartimos con Diana, Mamá, Coco, Marilú y yo. El frío fue terrible. La inundación intensa. El camino cubierto de agua y sólo nos servía de guía del camino, los alambrados que asomaban por encima del agua. Marilú venía con una campera roja y Coco bromeaba con que lo bueno de todo el viaje era que veníamos con "Caperucita Roja". Entre risas, chuchos de frío, pies helados y chapaleando agua llegamos, finalmente, a Quiroga. Tal era el frío que traíamos en nuestros pies, que a la llegada a casa mamá prendió la "estufa a cuarzo" para revivir los pies de Diana y míos. El frío no permitía que sintiéramos absolutamente nada.
Cuantas historias, cuantos momentos que hoy vuelvo a revivirlos en cada viaje que hago, entre arreglos florales para algún difunto, pollos en bolsas, cuyes gritando desesperadamente y muchas cosas más que he vivido.
Gracias por hacerme revivir algunos momentos que nos regaló el viejo y querido "Caballito".
Damián Carretero Seisdedos

Anónimo dijo...

Que buen texto!!! Emociona y llega al alma!! porque quien no viajó en El Caballito Criollo. Yo iba y venía hasta Lincoln en mis salidas de la "colimba". (..hace unos añitos..) Una vez viajaba con Marilú, yo sobre la ventanilla y ella en el pasillo. Me acuerdo que eran tantos los pozos en el camino de tierra que tuvimos que cambiar de ubicación porque los barquinazos la sacaban del asiento y habia peligro de caer al pasillo!!
Carlos A.Seisdedos

OSVALDO MANOLI dijo...

QUE BUENOS RECUERDOS,AMIGOS DE QUIROGA,YO TOMABA EL CABALLITO CRIOLLO PARA IR DE NUEVE DEJULIO A LA NIÑA,TENIA UNA TIA ALLI Y SOLIA PASAR LAS VACACIONES CON ELLA.LOS VIAJES ERAN TODA UNA AVENTURA!!IMAGINEN QUE,CRIADO EN BS.AIRES,CIRCULAR POR CAMINOS POLVORIENTOS E INUNDADOS LE DABAN UN TOQUE DE MAGIA!!TENGO NOTICIAS QUE CIRCULA DE NUEVO,ES ASI???SI ALGUIEN DESEA CONTACTARSE CONMIGO PUEDE HACERLO A osdoma@hotmail.com.ar DESDE YA MUCHAS GRACIAS.