La pileta del club

Quienes fuimos a la pileta del club desde chicos vivimos todas las etapas: la pileta chica, el paso a la pileta grande, el primer viaje a los cuatro, el trampolín. Tomamos mate envueltos en toallas húmedas, nos divertimos en las canchas de voley y de basquet. Caminamos a los saltos sobre las baldosas hirviendo y jugamos a las cartas con barajas incompletas.


Así la pileta tiene su propia comunidad, que pasa los veranos plácida bajo el sol disfrutando el viento que suele refrescar esas tardes.
 
Entre los bañistas más fieles, cada temporada, se destacan algunos grupos:
 
los que cruzan los 25 por abajo: es un grupo reducido de nadadores subacuáticos. Es una proeza muy prestigiosa y requiere testigos, ya que muchos mienten haberla conseguido. Hay un subgrupo más exclusivo aún, creo que hoy no vigente: los que sacaban todos los tornillos de la rejilla de una sola vez y los traían al borde como trofeo.
 
los acróbatas del trampolín: un grupo de perfil alto, numeroso, ruidoso y festivo. Desde vueltas en el aire a la patada a la luna, los saltos ornamentales hacen vibrar el tramplín y atraen la atención de quienes toman sol en el área de descanso.

los nadadores de superficie: cruzan una y otra vez los 25 con el objetivo de llegar a los 40 largos, o sea un kilómetro. Disfrutan la pileta al atardecer, con las primeras sombras.
 
los fanáticos del agua: se meten ni bien llegan y salen sólo cuando están muy cansados. Entonces arrojan agua desde la pileta chica para calmar el calor furioso de las baldosas y se acurrucan al sol. Permanecen toda la tarde en el perímetro de la pileta.

Por último, hay un grupo raro en esta comunidad estival: los que van a jugar a las cartas. Se pasan el verano abajo de los árboles, con piedritas sosteniendo las cartas que el viento vuela. No les interesa si hay agua en la pileta aunque hayan pagado la temporada completa.
Y son parte de ese paisaje.